miércoles, 28 de octubre de 2015

Celos, aprender a sanarlos.

   Los celos no tienen nada que ver con el otro. Se trata de ti, de tu sensación de ser ignorado, despreciado, no tomado en cuenta, y de tu frustración por no poder controlar a los demás.

   Con el fin de evitar tu dolor, te comparas y luchas.

   Sanar tus celos sólo puede hacerse aquí y ahora...

   Haz a un lado la palabra y el concepto "celos" y siente directamente esa cruda sensación, sin juicios y sin tratar de convertirla en algo mejor. Contacta con tu propia incertidumbre, con tu inseguridad, con tu duda, con tus sentimientos de impotencia.

   Siente a ese viejo amigo: la apremiante necesidad de controlar.

   ¡No te des la espalda! Cuando te alejas de tu experiencia comienza la separación y el miedo.

   Comienza a iluminar los puntos heridos y olvidados en ti  a través de tu presencia consciente.

   Atiende con amabilidad a ese niño que hay en ti, a ese niño que ha sido ignorado y que tanto anhela sentirse amado. Siente su inocencia.

   Deja que tus celos te rompan el corazón de par en par y aprenderás a ser más humilde.

Jeff Foster






martes, 10 de febrero de 2015

No eres Tú, soy Yo...

No eres Tú, soy Yo...

¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?... ¿Tus padres?  ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe?...

Podrías armar toda una lista de sospechosos o culpables. Probablemente sea lo más fácil. De hecho, sólo es cuestión de pensar un poco e ir nombrando a todas aquellas personas que no te han dado lo que mereces, te han tratado mal o simplemente se han ido de tu vida dejándote un profundo dolor que hasta el día de hoy no entiendes. 

Pero ¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que parece, y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita la paz. Nadie tiene la capacidad al menos que tú le permitas, le abras la puerta y le entregues el control de tu vida. 

Llegar a pensar con ese nivel de conciencia puede ser un gran reto, pero no es tan complicado como parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando comprendemos que lo que está en juego es nuestra propia felicidad. Y definitivamente el peor lugar para colocarla es en la mente del otro, en sus pensamientos, comentarios o decisiones. 

Cada día estoy más convencido de que el hombre sufre no por lo que le pasa, sino por lo que interpreta. Muchas veces sufrimos por tratar de darle respuesta a preguntas que taladran nuestra mente como: ¿Por qué no me llamó? ¿No piensa buscarme? ¿Por qué no me dijo lo que yo quería escuchar? ¿Por qué hizo lo que más me molesta?...

No se sufre por la acción de otra persona, sino por lo que sentimos, pensamos e interpretamos de lo que hizo, por consecuencia directa de haberle dado el control a alguien ajeno a nosotros. 

...Lo más curioso e injusto del asunto es que la gran mayoría de las personas que nos "lastimaron" siguen sus vidas como si nada hubiera pasado; algunas inclusive ni se llegan a enterar de todo el teatro que estás viviendo en tu mente.

(...)

No podemos pasarnos la vida cediendo el poder a alguien más, porque terminamos dependiendo de elecciones de otros, convertidos en marionetas de sus pensamientos y acciones.

Las frases que normalmente se dicen los enamorados como: "Mi amor, me haces tan feliz", "Sin ti me muero", "No puedo pasar la vida sin ti", son completamente irreales y falsas. No porque esté en contra del amor, al contrario, me considero una persona bastante apasionada y romántica, sino porque realmente ninguna otra persona (hasta donde yo tengo entendido) tiene la capacidad de entrar en tu mente, modificar tus procesos bioquímicos y hacerte feliz o hacer que tu corazón deje de latir.

Definitivamente nadie puede decidir por nosotros. Nadie puede obligarnos a sentir o a hacer algo que no queremos. Tenemos que vivir en libertad. No podemos estar donde no nos necesiten ni donde no quieran nuestra compañía. No podemos entregar el control de nuestra existencia, para que otros escriban nuestra historia. Tal vez tampoco podamos controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo reaccionar e interpretar  aquello que nos sucede.

La siguiente vez que pienses que alguien te lastima, te hace sufrir o controla tu vida, recuerda: no es él, no es ella, ERES TÚ  quien lo permite, y está en tus manos volver a recuperar el control.

Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última  de las libertades humanas -la elección de la actitud personal que debe afrontar frente al destino- para decidir su propio camino.


Viktor Frankl, neurólogo, psiquiatra, sobreviviente del holocausto y fundador de la Logoterapia.